Bochorno en La Vuelta ciclista. No hubo himnos, ni confeti, ni la clásica foto con los ganadores alzando los brazos en un escenario monumental. Al menos, no faltó el clásico champán de las celebraciones. Para cerrar esta caótica edición, tres ciclistas exhaustos se subieron a unas neveras portátiles en medio de un aparcamiento mal iluminado de un hotel, rodeados de miembros del equipo, se repartieron los premios ellos mismos y, todo esto, acompañados de un altavoz a ritmo de la mítica canción ‘Eye of The tiger’. Día para olvidar o para lo contrario por lo extraño.